De mi papá heredé la cursilería del enamorado, el sentido del humor, los pies cuadrados y el nombre. Por desgracia no recibí su destreza al boxear, su carácter para enfrentar la vida, ni su admirable dedicación al trabajo.
Quisiera creer que poseo alguna virtud original, sólo mía. Y pienso en la poesía, pero gracias a él heredé también el gusto por la lectura al descubrir en el librero, más por accidente que con intención, una vieja libreta azul llena de poemas.
Ahí conocí a Juan De Dios Peza, Amado Nervo, Gustavo Adolfo Bécquer, Carlos Rivas Larrauri, Pablo Neruda, Manuel Acuña, entre otros. Hay también poemas originales, suyos, que escribió entre los 19 y 24 años.
Quisiera creer que poseo alguna virtud original.
¿Es mía la manera de andar,
de mirar el mundo,
de roer los huesos?
¿Yo inventé ese chiste
o nace, más bien,
de algún recuerdo?
¿Mi risa es única?
Se parece a la de él
y a la de mi abuelo.
¿La paciencia?
También me engento.
No sé por qué reniego.
Quisiera creer que poseo alguna virtud sólo mía,
pero a la vez quiero ser su vivo ejemplo.
Hoy me heredó la libreta azul
y siento que no me la merezco.